24 grados centígrados bajo 0

No recuerdo cual ha sido mi récord de temperaturas mínimas antes de venir a Kosovo. Tenía mucha ilusión por sentir lo que supone estar a temperaturas bastante bajo 0, pero nunca llegué a imaginarme que iba a llegar a los 24 ºC.

Todo empezó un día al ir a trabajar. Hasta entonces habíamos tenido temperaturas de hasta -9 ºC, pero ese día miro el panel del coche que marca la temperatura y veo que marca ¡ -24 ºC !.

Los que me miraban debían pensar que estaba tonto por sonreir de ese modo, o que tal vez se me había congelado la sonrisa tras oir un buen chiste. Pero qué le voy a hacer; era una nueva sensación, muy difícil de describir y de apreciar. Y estaba encantado. No he venido aquí para experimentar lo mismo que donde suelo vivir, y como decía el autor del libro "El mundo de Sofía", no quiero perder la capacidad de sorprenderme.

¿Y que se siente a -24ºC? ¿Cómo describirlo?

Pensemos primero que es mucho, mucho frío. Vamos a explicarlo con un ejemplo:

Llego de la calle con las manos fuera de los bolsillos y sin guantes. La temperatura exterior es de -24ºC. Quiero calentar mis manos 6ºC ¿Cómo hacerlo? Muy fácil, las meto en el congelador. Si lo que quiero es calentarlas 30ºC - un buen calentón, seguro que siento calor - me basta con meterlas dentro del frigorífico.

Lo cierto es que es muy difícil ir sin guantes a esa temperatura. En menos de un minuto duelen muchísimo, como si se desgarrara la piel. Las suelo llevar con guantes y dentro de los bolsillos del chaquetón, ambas medidas a la vez. De la nariz ni os cuento.

La ciudad gana muchísimo. El polvo marronuzco que lo impregna todo habitualmente deja paso a una blancura inmaculada. La circulación decrece mucho, y el ruido de los coches se atenúa, apenas hacen ruido.

Andar por la ciudad, reconquistada en parte por los peatones, puede ser muy resbaladizo. Los aborígenes tienen una depurada técnica de tránsito, una mezcla de Chiquito de la Calzada gritando "Torpedorrrr" con la utilizada por las chinas o japonesas dando pasitos diminutos, pasando por un estilo perfecto de sky alpino sobre botas en las rampas heladas. Aun así también caen, no creais. Por mi parte me estoy adaptando bien, y salvo una caida más en una traicionera placa de hielo en cuesta, a parte de la de la entrada de la semana anterior, no he sufrido más percances.

Lo bueno de todo es que no hay agua líquida. La nieve es un polvillo fino y seco, y al andar tienes la sensación de transitar por un inmenso tarro de harina.

La gente no pierde el humor, y no es raro encontrarse muñecos de nieve, como este.

Que siga este tiempo, ya tendré tiempo en verano a 40ºC de echar de menos estas calles nevadas.