sábado, 8 de diciembre de 2012

Un día de suerte, hace trece años



Me contaba A la aventura de uno de sus amigos, cuando trataba de huir de los bombardeos de Pristina (ver hace 13 años)

Escapaba hacia Macedonia, montado en su coche. Un grupo de paramilitares le paró. El estaba muerto de miedo, creía que le iban a matar. “No es mi día de suerte”, pensó. Afortunadamente para él solo le robaron el dinero que llevaba encima y le dejaron seguir. “Vaya, al final si que he tenido suerte”.

A los pocos kilómetros se topó con un control del ejército yugoslavo; “Vaya, menudo día de suerte. Esta vez seguro que no me libro, no llevo dinero para darles”. Los soldados le preguntaron si iba todo bien, y él les contó que un grupo de paramilitares le acababa de robar, así que no tenía nada de dinero. Ellos le pidieron que denunciara a los ladrones, para poder cogerlos. “Mejor no, yo solo quiero llegar a Macedonia. Total no era mucho dinero”. No quería meterse en líos. Pero los soldados insistieron, lograron coger a los ladrones y le dijeron al pobre albanés. “Tu hoy duermes con nosotros – al hombre le empezaron a temblar las piernas-, porque mañana vamos a enjuiciar a los ladrones y necesitamos que declares en el juicio”. Pasó la noche sin pegar ojo, ni en la peor de sus pesadillas se imaginó él dormir rodeado de soldados serbios.

A la mañana siguiente le llevaron al juzgado. Entró en la sala: juez serbio, público serbio, los paramilitares serbios detenidos y los soldados serbios que les habían detenido; él era el único albanés de la sala. Sudaba copiosamente, el estómago lo tenía destrozado de los nervios, le costaba respirar. “Está claro que no tengo suerte, de esta no salgo”. El juicio comenzó, y tras declarar las diferentes partes el juez condenó a los paramilitares a la cárcel, y al pobre albanés le devolvieron todo su dinero. El hombre no se lo creía. Estaba alucinado.

“Bueno, pues si ya está todo, me marcho” No veía el momento de salir corriendo, si fuera preciso, a Macedonia. “No te preocupes, te acompañamos nosotros hasta la frontera”, le dijeron los soldados. “En algún momento se me acabará la suerte, y esta aventura no la cuento”, pensó para si. Así que escoltado por los soldados, llegó hasta la frontera por la carretera a Tetovo –la frontera de Kacanik estuvo cerrada durante 8 días-(ver hace 13 años). Como ya era de noche también esta estaba cerrada, por lo que esperó con los soldados hasta la mañana siguiente, donde fue de los primeros en pasar.

Al final, fueron dos días de suerte. El hombre no se lo creía. Había vuelto a nacer.

1 comentario:

  1. Interesante historia. No me imagino el calvario de este hombre pensando constantemente en que no lo contaba más. Si tuvo suerte, si!

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