Me contaba A la aventura
de uno de sus amigos, cuando trataba de huir de los bombardeos de Pristina (ver hace 13 años)
Escapaba hacia Macedonia,
montado en su coche. Un grupo de paramilitares le paró. El estaba muerto de
miedo, creía que le iban a matar. “No es mi día de suerte”, pensó. Afortunadamente
para él solo le robaron el dinero que llevaba encima y le dejaron seguir. “Vaya,
al final si que he tenido suerte”.
A los pocos kilómetros se
topó con un control del ejército yugoslavo; “Vaya, menudo día de suerte. Esta
vez seguro que no me libro, no llevo dinero para darles”. Los soldados le preguntaron
si iba todo bien, y él les contó que un grupo de paramilitares le acababa de
robar, así que no tenía nada de dinero. Ellos le pidieron que denunciara a los
ladrones, para poder cogerlos. “Mejor no, yo solo quiero llegar a Macedonia.
Total no era mucho dinero”. No quería meterse en líos. Pero los soldados
insistieron, lograron coger a los ladrones y le dijeron al pobre albanés. “Tu
hoy duermes con nosotros – al hombre le empezaron a temblar las piernas-,
porque mañana vamos a enjuiciar a los ladrones y necesitamos que declares en el
juicio”. Pasó la noche sin pegar ojo, ni en la peor de sus pesadillas se
imaginó él dormir rodeado de soldados serbios.
A la mañana siguiente le
llevaron al juzgado. Entró en la sala: juez serbio, público serbio, los
paramilitares serbios detenidos y los soldados serbios que les habían detenido;
él era el único albanés de la sala. Sudaba copiosamente, el estómago lo tenía
destrozado de los nervios, le costaba respirar. “Está claro que no tengo
suerte, de esta no salgo”. El juicio comenzó, y tras declarar las diferentes
partes el juez condenó a los paramilitares a la cárcel, y al pobre albanés le
devolvieron todo su dinero. El hombre no se lo creía. Estaba alucinado.
“Bueno, pues si ya está
todo, me marcho” No veía el momento de salir corriendo, si fuera preciso, a
Macedonia. “No te preocupes, te acompañamos nosotros hasta la frontera”, le
dijeron los soldados. “En algún momento se me acabará la suerte, y esta aventura no la
cuento”, pensó para si. Así que escoltado por los soldados, llegó hasta la
frontera por la carretera a Tetovo –la frontera de Kacanik estuvo cerrada durante
8 días-(ver hace 13 años). Como ya era de noche también esta estaba cerrada,
por lo que esperó con los soldados hasta la mañana siguiente, donde fue de los
primeros en pasar.
Al final, fueron dos días
de suerte. El hombre no se lo creía. Había vuelto a nacer.
Interesante historia. No me imagino el calvario de este hombre pensando constantemente en que no lo contaba más. Si tuvo suerte, si!
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