El frío

Pasó el otoño, y el crudo invierno amaneció de repente. Casi sin avisar, tras una semana con temperaturas que no bajaban de 0ºC, llegó el frío. Llamo frío a -17ºC.

Las botas térmicas, guantes, gorro, ropa interior térmica, abrigo calentito, son imprescindibles.

Hasta que no lo sufrí no podía imaginarme lo que son -17ºC; como mucho podía pensar que sería como estar dentro del congelador de casa.

Pristina se oculta bajo un manto albo, que cubre sus vergüenzas. Las calles están hasta hermosas; no hay charcos, pues a esa temperatura el agua es un polvillo seco, como harina. La circulación disminuye, y ahora que ya he descubierto como desplazarme de manera segura sobre las ocasionales placas de hielo, deslizándome, se disfruta más del paseo.

En toda Pristina solo hay una iglesia católica, la de San Antonio, aparte de la Catedral que está en construcción. Hay misa diaria a las 18:00, y el Domingo otra a las 11:00. Y nada más. La pila del agua bendita a veces es de hielo bendito, el frío tiene estas cosas. Los bancos tienen una alfombra sobre el asiento, se agradece en invierno. En la catedral de Skopie tienen otro sistema: allí se dispone de una calefacción debajo de cada banco.

Radiador bajo el banco

Los monaguillos suelen ir con abrigos y sudaderas bajo el hábito, y con la capucha por fuera dan la impresión de ser pequeños monjes.

Aunque no todo es bonito o gracioso. Unas 10 personas han muerto la pasada semana en los países del entorno por el frío. Las casas se están mejorando, aislándolas contra el frío. El antiguo sistema de calefacción de la ciudad, muy ineficiente, no es suficiente para llegar a la enorme cantidad de casas que se han construido en los últimos años. Se recurre a los calentadores eléctricos, pero con los cortes de electricidad...