domingo, 4 de septiembre de 2011

Zúrich, la mar de bien (2 de 2)

En la margen izquierda se encuentra la ciudad vieja: calles estrechas llenas de vida, terrazas, locales típicos...


La verdad es que la temperatura era estupenda, y como estaba andando bastante, tenía hambre y sed. Me metí por una callejuela que desembocaba en una plaza repleta de gente, donde tocaba una banda y en un puesto vendían "Raclette mit Kartoffeln", plato típico del cantón de Valais al que acompañó medio litro de cerveza y unas cebolletas.

El puesto lo dirigía mi amigo Kujtim Atashi; pasé un buen rato con él y su equipo. Ponen encima del queso Raclette una especie de plancha que derrite el queso, y con un cuchillo lo colocan encima de Kartoffeln asadas. Luego te puedes poner cebolletas, pepino, pimienta... a gusto del consumidor.

 
 
... y su equipo
Kujtim ...
Tras reponer fuerzas, seguí por el casco viejo. A pocos metros me encontré ¡una bodega española!.


Estuve a punto de entrar para celebrar el hallazgo, pero fui sensato y no lo hice, porque si continuaba con el ritmo de cervecita pincho, por una ciudad que no conocía y anocheciendo, seguro que perdía el vuelo al día siguiente. Más adelante encontré una tasca leonesa, Romero.

Así que me decanté por un helado (tremendo: fresa y chocolate suizo), en la plaza frente a la Ópera.

En el río se encuentra el Ayuntamiento, y un Biergarten. Los Biergarten son como los Bierhalle pero al aire libre. No paré en ellos porque como comenté  anteriormente quería coger el avión al día siguiente.

Ayuntamiento

Biergarten, a la izquierda abajo

En la margen izquierda se encuentra la iglesia más grande de Zúrich, la Grossmünster. En ella Enrico Zuinglio inició la Reforma protestante suiza, en torno a 1.520. Predicaba contra el ayuno, el celibato de los sacerdotes, la presencia de imágenes en las iglesias, la celebración de la Misa, la música religiosa, y considera que el poder religioso debe estar sujeto al poder civil. A su muerte le sucedió Heinrich Bullinger.

Arriba a la izquierda, las torres gemelas de la Grossmünster

La noche se me echó encima, y tras hacer unas fotos a algún tranvía, me dirigí a la Hauptbanhof.


Tras subirme al tren, aparecieron un par de inspectores: "Ya la liamos", pensé. No se por qué, pero tenía la extraña sensación de que podía tener problemas. Me pidieron el billete, y se le enseñé. Por si acaso me hice el tonto, y lo poco que se de inglés y alemán decidí que se me olvidara, y mostré la mejor de mis sonrisas. Menos mal que coló, porque al parecer aunque en la ida me bajé en la primera estación -según conté en la entrada anterior- para comprar el billete, dio la casualidad de que cambié de zona, por lo que el billete tenía que haber sido diferente. Vamos, que me libré de ser multado por un pelo.

Zürich es una ciudad encantadora. Habrá que volver a visitarla en el Oktoberfest; eso si, con la cartera repleta.

2 comentarios:

  1. Bueno, bueno, la de cosas tan maravillosas que estás disfrutanto y viendo. Me encanta ver esas fotos tan bonitas y....uyyyyyyyy
    EL QUESO DERRETIDO...Eso es un pecado!!!!!!!!!!Ummmm ya me lo estoy imaginando.... ñam ñam

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  2. vaya envidia!!!

    gracias por compartir esas experiencias.

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