Primera impresión

Al fin llegué a Pristina, aterrizamos por la noche.


Estaba todo oscuro, el edificio de llegadas se le antoja a uno impropio para la cantidad de vuelos que soporta; más bien parece que solo llega una avioneta a la semana. La torre de control es de las del tipo portátil, regalo del ejercito danés cuando se retiró de allí.

La terminal de llegadas es una pequeña nave industrial, que tras pasar por el control de pasaportes situado en mitad de la sala, se llega a la única cinta de recogida de equipaje. La zona pública es muy estrecha, sobre todo por la cantidad de gente que estaba esperando, familias enteras.

Hay que tener en cuenta que este es un aeropuerto especial: por una parte solo tiene vuelos internacionales, porque es el único de Kosovo; por otra parte es la puerta de retorno de la emigración kosovar, pues en el país hay mucha gente joven y en paro.

La cafetería recuerda a un chiringuito playero, con sus sillas de plástico de publicidad.

Me dice un compañero que la terminal de salidas está más decente; otro día lo comprabaremos.